A pesar de ser un fenómeno astronómico imperceptible, su influencia se deja sentir en todo nuestro planeta, afectando al clima y al comportamiento de toda forma de vida que viva alejada del ecuador terrestre: se trata del equinoccio de primavera en el hemisferio norte, fenómeno ocasionado por una leve inclinación del eje de rotación terrestre.
El equinoccio se produjo poco antes del amanecer de este viernes 20 de marzo a las 05:44 horas tiempo del centro de México (11:44 tiempo universal).
En la antigüedad su llegada era motivo de grandes rituales y celebraciones para todas las civilizaciones. Aún hoy sobreviven vestigios de estas costumbres en los carnavales y celebraciones religiosas que se llevan a cabo alrededor de esta fecha, como los es la misma celebración de la crucifixión de Cristo.
El equinoccio de primavera revestía una especial importancia, ya que anunciaba el inició de la temporada de lluvias, elemento esencial para cualquier civilización de la antigüedad.
Para tal fin observaban con detenimiento el movimiento del Sol por entre las constelaciones del zodíaco, lo que ayudaba a estos antiguos astrónomos a determinar qué tan cercano se encontraba algún solsticio o equinoccio.
Ellos sabían que la entrada aparente del Sol en la constelación de Aries era la señal inequívoca de la llegada del Equinoccio de Primavera.
Con el paso del tiempo, sin embargo, esta señal ha cambiado debido a un fenómeno provocado por el propio movimiento de la Tierra en su órbita alrededor del Sol, parecido al bamboleo de un trompo.
Los astrónomos lo llaman precesión, y ha ocasionado que en el transcurso de los siglos, desde que fue observada la entrada del Sol en Aries, ésta se haya adelantado y ahora sea la constelación de Piscis la que señale el nuevo punto vernal (la astrología que se fundamenta en este hecho encuentra aquí un serio argumento a su credibilidad).
Fue este movimiento de precesión el que ocasionó el reajuste de nuestro actual calendario gregoriano, ya que el calendario entonces en uso (juliano) señalaba el inicio de la primavera varios días antes de que ésta se produjera (durante el ajuste de ambos calendarios fue necesario eliminar 10 días de atraso del calendario juliano).
Los astrónomos pueden visualizar los equinoccios y solsticios gracias a coordenadas celestes en las que han separado a la bóveda celeste, dividiéndola en dos mediante un Ecuador celeste. En el hemisferio sur de la Tierra, tendrá lugar también el equinoccio, pero en este caso será el de otoño.
Los equinoccios se producen cuando el Sol, que recorre aparentemente la bóveda celeste en un año, cruza el Ecuador dos veces al año en los equinoccios de otoño y primavera. Este hecho en sí no produce un efecto en particular tal y como muchos grupos new age lo creen, al acudir a diversas ruinas prehispánicas y recibir alguna energía cósmica, según señalan asociaciones astronómicas.
Al final de cuentas lo único que podrán sentir será el implacable calor del Sol en el primer día de primavera.
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